No solo son deliciosos en sus múltiples formas de presentarse en la mesa, incluso crudos; también son una fuente de nutrientes básicos. Son muchos los beneficios del pescado y es uno de los esenciales de la dieta mediterránea y de muchos otros países que tienen la suerte de disfrutarlo. Cuando nos plantamos en el mercado sabemos reconocer un buen número de ejemplares y hemos oído hablar de lo bueno que es el pescado azul, lo sabroso que resulta el pescado blanco… pero ¿qué diferencia hay entre pescado azul y blanco?
¿Qué es el pescado azul?
El pescado azul nos es familiar por los ácidos grasos omega 3, un nutriente básico para mantener nuestra salud cardiovascular, aunque no es el único. Aporta minerales y vitaminas como la E y la D, esa que tenemos baja cuando no nos da el sol. El pescado azul también es conocido como pescado graso, puesto que alberga bajo la piel más de un 5 % de grasas —un atúnido puede tener más del 12 %— por un propósito biológico: suelen vivir en aguas frías y necesitan más esa protección grasa extra. Además, realizan grandes travesías migratorias, con lo cual les viene de perlas una capa gruesa.
Pescado azul son los atúnidos, como el bonito o el atún. También las sardinas, el salmón, las anchoas y boquerones, el cazón o el jurel. El pescado azul no tiene por qué ser sinónimo de un alimento caro. Pregunta en tu pescadería por los pescados de temporada porque se ajustan a todos los bolsillos y podemos descubrir especies muy ricas que no son las habituales.
¿Y qué es el pescado blanco?
Junto al pescado azul y el semigraso, el otro gran grupo de pescado. La diferencia entre pescado azul y blanco es la cantidad de grasa que contienen, básicamente. En este grupo el porcentaje no supera el 2 %. El pescado blanco también contiene omega 3, aunque su concentración es más baja que en el caso del azul, y nos aporta vitaminas como la B12, que no nos suele sobrar. Si quieres mantener tu peso a raya, incluir pescado blanco en tus comidas es una manera de controlar las calorías, mejor que con otro tipo de pescados.
Son pescados blancos el bacalao, la merluza, los populares gallos, la pescadilla, el cabracho o el rape, ese miembro tan poco agraciado físicamente del reino animal (un abrazo para todos los rapes), pero sabroso como pocos.
Los pescados semigrasos
En efecto, son los que están entre medias. Este tipo de pescado contiene entre un 2 % y un 5 % de grasa. Podemos encontrar pescados como la lubina, el besugo, la dorada o los salmonetes. Lo cierto es que los contenidos grasos de determinados pescados dependen también de la época del año en la que se encuentren.
Conocer esta diferencia grasa entre pescado azul y blanco, así como semigraso, puede ayudarte a saber cuál encaja mejor en tu alimentación. En cualquier caso, contar en nuestro menú semanal con unas tres raciones de pescado forma parte de una alimentación equilibrada, independientemente de tu elección por un grupo u otro o de cómo lo cocines.