La historia del horno: desde la hoguera a nuestra cocina

25 junio, 2021

Sabemos que existen vestigios del uso del fuego para diferentes fines desde antes de que el hombre fuera hombre. Si no eres de los que leen libros, al menos lo sospechas por las películas. El caso es que la búsqueda se centró en controlar el fuego y el calor en general para múltiples usos. Muchos de ellos, acabarían en la cocina, como es el caso del microondas, las placas o el propio horno como lo conocemos hoy. Pero la historia del horno es también la historia de la evolución humana, como herramienta que ha influido en muchos aspectos de su día a día: para hacer pan, sin duda, pero también para fabricar armas, utensilios, salir en cuadros famosos de herrería o forjar anillos únicos en trilogías de cine, se nos ocurre a bote pronto.

El horno a lo largo de las civilizaciones antiguas

Las civilizaciones antiguas utilizaron conceptos primitivos de hornos para la construcción, como es el caso de los babilonios, entre jardín y jardín, o los egipcios, entre otros. En el Antiguo Egipto se conoce ya un cuidado uso de hornos para cocer pan, perfeccionando técnicas sumerias, aunque el diseño dista de lo que podemos imaginarnos a día de hoy. Muchas viviendas contaban con un espacio de cocina donde colocar fogones y estos hornos primitivos fabricados en adobe. Por aquello de la salida de humos, solían encontrarse en el exterior. Como combustible, utilizaban desde paja a excrementos de animales. Ignoramos su huella de carbono pero he ahí todo un intento ecológico por paliarla.

En el caso del área americana, se conocen restos de hornos antiguos prehispánicos en Honduras, Belice o México. Lo hornos de suelo o pib sirvieron para usos alimentarios pero también se utilizaban con otros propósitos, desde la cal a bebidas primitivas.

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Grecia y el Imperio romano

Volviendo a Europa, fueron los griegos quienes continuaron perfeccionando técnicas y fueron un paso más allá. Desarrollaron un horno con puerta delantera basado en los egipcios, y además aprovecharon el concepto de precalentado. Esto significa que ya hicieron sus pinitos para intentar controlar la temperatura, porque si a nosotros ya nos parece complicado que no se nos queme ahora la parte de arriba del bizcocho, cabe imaginar que cocer pan debía ser un poco frustrante. Existen hornos que datan del 500 a.C.

Tiempo después, los romanos desarrollaron los primeros hornos de piedra y, si bien no nos consta que ya hicieran pizza, está claro que algo tenían en mente más allá de hacer calzadas a diestro y siniestro.

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Hacia el horno moderno

El primer horno como tal que se conoce, es decir, con una estructura y diseño algo similar a los hornos modernos, data de 1490 en la región de Alsacia, Francia, y se construyó con ladrillo y baldosas. A partir de aquí también comienzan a perfeccionarse las futuras placas de cocina industriales fabricadas en hierro ( siglo XVIII) posibilitando estructuras donde se quemaba leña en la parte inferior y podía cocinarse en la parte superior. Una “hoguera” más cómoda y más fácil de regular, que con los años fue perfeccionando los tubos de salida de humos. También se probó el carbón e incluso el queroseno como posibles combustibles. El primer horno de carbón, inventado por Jordan Mott en 1833, serviría posteriormente como base a los futuros hornos industriales.

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El inglés James Sharp fue quien patentó el primer horno de gas que se conoce, en 1826. Pero no fue hasta bien entrado el siglo XX, concretamente la década de los años 20, cuando estos hornos se popularizaron en las viviendas, dada su instalación. En 1922 el sueco y premio Nobel Gustaf Dalén creó el horno-cocina AGA, que sentó las bases para un diseño y modelo tradicional que resiste hasta nuestros días.

El horno eléctrico

A finales del siglo XIX surgen los primeros modelos de horno eléctrico. Existe aún cierta disputa entre quién fue el inventor original, como suele suceder. A veces se atribuye a los canadienses Thomas Ahearn y su socio Warren Soper —no en vano hay constancia de un horno eléctrico en funcionamiento en 1892 en el hotel Windsor de Ottawa; a veces al norteamericano William Hadaway, que lo patentó en 1896. Y que también inventó el tostador, basándose en el principio del horno.

La electricidad no estaba al alcance de la mano, precisamente, por lo que hasta el horno eléctrico no tuvo mucha presencia hasta pasadas unas décadas. Tuvo además que competir directamente con los hornos de gas. Este tipo de hornos han llegado hasta nuestros días y hasta es posible que hayas conocido algún modelo en casa de tus abuelos.

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El punto de inflexión con los horno eléctricos domésticos llegó con el desarrollo del calentamiento por resistencia, algo fundamental para los electrodomésticos que conocemos actualmente.

Hornos domésticos a día de hoy

El horno no ha sido ajeno a la evolución tecnológica de los electrodomésticos. El grado de especialización alcanzado en un horno al uso en nuestro hogar proporciona un control total sobre la cocción, además de tener numerosas funciones extras orientadas al bienestar. Se ha convertido en un pequeño ordenador para usar en la cocina que hace la vida mucho más fácil y nos permite disfrutar más y mejor de nuestro tiempo.

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El diseño también ha ido de la mano de la tecnología: tu horno calcula la temperatura óptima de cocción de la carne pero también queda perfectamente integrado en la decoración. Y no podemos olvidarnos de una de las funciones que más alegrías dan: la autolimpieza. Se conocen numerosos casos de dueños de hornos que han preferido comprarse uno nuevo antes de afrontar la grasa y la comida requemada. Así que la pirólisis y otras opciones han contribuido a hacernos un poquito más felices frente a los problemas del primer mundo.

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