Historia de la lavadora

12 abril, 2021

No sabemos cuántas veces la utilizas a la semana pero de lo que estamos seguros es de que, si se estropea, la echamos  mucho de menos. La lavadora es uno de los inventos que más tiempo para cosas importantes de verdad nos ha regalado, especialmente a las familias con niños. Pero, como probablemente sabes por tus abuelos o al menos por adaptaciones al cine, lavar la ropa no fue siempre cosa de pulsar un botón y la historia de la lavadora nos lo recuerda.

¿Cómo se lavaba la ropa y los tejidos originalmente?

El agua siempre ha sido un bien escaso. Las áreas de lavado se encontraban esencialmente fuera de casa, en lo que comúnmente se conocía por pilón, o simplemente, lavaderos. Con los años pasó a usarse también como baño refrescante en los pueblos cuando se te iba la mano con el alcohol, pero eso es otra historia. La otra posibilidad era ir a lavar al río. En ambos casos, se trataba de agua corriente, bien por la canalización o bien por el cauce natural del río.

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La ropa se solía tender al aire libre en función de las inclemencias del tiempo. Se usaba jabón hecho en casa, bastante efectivo para según qué cosas, y cuyo uso recomendamos fervientemente para cualquier hogar incluso hoy en día. El apunte principal aquí es que se lavaba a mano y había auténticos profesionales. Las lavanderas surgieron como gremio, en condiciones que dejaban mucho que desear, y ofrecían sus servicios a terceros, lavando y tendiendo en zonas comunes también sujetas a un precio. Un primer germen para las futuras lavanderías.

Lavar en casa era una actividad mucho menos común. Las familias con más recursos tenían espacios reservados y en otros hogares se podía llevar a cabo en patios o zonas comunes como la cocina, pero no había agua corriente. El agua se recogía en grandes tinas y podía usarse agua hirviendo, un sistema la mar de revolucionario para acabar con la mayor parte de los gérmenes, como bien sabemos ahora. Si bien eso no hacía el trabajo menos agotador y laborioso. A finales del siglo XVIII surgen también las primeras ideas para escurrir y acelerar el secado de la ropa, pero eso es otra historia…

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 ¿Cómo surge la lavadora?

Hay constancia de algunos prototipos en Europa de máquinas para lavar la ropa a finales del siglo XVIII. El olor de las prendas, más que el conocimiento en sí de la higiene para la salud, promovió el ingenio de los afectados, dado que aún no se habían inventado los ambientadores de pino para espacios cerrados. Los primeros sistemas de lavado más allá de los tradicionales, partían de una tina y un sistema de manivelas y palas. Se agitaba así la colada, aunque con resultados irregulares en los tejidos. Salía limpia, pero con frecuencia también como si la hubiera despedazado un oso.

La llegada de la Revolución industrial —segunda mitad del siglo XVIII— trajo consigo nuevas riquezas, la burguesía, y en consecuencia la expansión de los núcleos urbanos. Inevitablemente, surgió un entusiasmo generalizado por investigar formas de optimizar recursos, incluyendo las tareas del hogar. Por otro lado, abarató el coste y la accesibilidad a otros tejidos y a la ropa, en general, lo que inevitablemente significaba más ropa para lavar para mayor número de personas.

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Dos norteamericanos, Hamilton Smith y James Kings, patentan por separado aparatos para lavar la ropa muy similares, basados en tinas y manivelas pero más sofisticados, aunque igualmente para lavar a mano. Las primeras lavadoras 100 % sostenibles y sensiblemente más cómodas para las lumbares. Los materiales empleados para estos primeros prototipos no solo empleaban madera, también metal como el cobre. Surgieron incluso algunos modelos que calentaban el agua a través de gas.

La llegada de la electricidad

La llegada de la electricidad de la compañía Edison supuso un impacto y una mejora generalizada de las condiciones de vida para gran parte de la población. Alva J. Fisher patentó una proto-lavadora eléctrica en 1907 que materializó los intentos previos de tambor rotatorio y es considerada la primera lavadora similar a los modelos actuales: Thor. El tambor era un cilindro perforado y giraba en ambos sentidos. Otras compañías se disputaron la autoría pero la del ingeniero fue la que comenzó a fabricarla a gran escala.

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Las primeras lavadoras eléctricas no eran las más seguras del mundo, así que se acogieron con entusiasmo discreto. Paulatinamente fueron mejorando prestaciones y seguridad en el lavado. No obstante, no fue hasta el final de la Segunda Guerra Mundial cuando la lavadora comenzó a popularizarse.

Las lavadoras en la actualidad

Aunque se habla del diseño original de lavadora automática en torno a 1937, no es hasta finales de los años cincuenta cuando se comercializa activamente. Lavadoras que eran capaces de aclarar y agitar la ropa en el tambor para eliminar la mayor parte del agua y sin que se saliera por los cuatro costados.

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En Europa, las lavadoras de carga frontal comenzaron a verse en los hogares bien entrado el siglo XX. El impacto en la economía de la última gran guerra era evidente. Los costes de fabricación se abarataron y se convirtieron en un electrodoméstico accesible. La lavadora experimentaría los siguientes pasos de su evolución a través de la electrónica de consumo a medida que avanzaba hacia el siglo XX.

Mucho más que agua y jabón

Las prestaciones de las lavadoras actualmente hacen parecer a este electrodoméstico un auténtico robot del futuro. No hablamos únicamente de poder programar los lavados o elegir el ciclo más adecuado según tejidos. La precisión de los ciclos —incluso programas específicos para manchas de café o aceite—, el control sobre la temperatura, la tecnología del motor y el tambor… Se logra una eficiencia cada vez mayor cuando y como necesitamos según nuestro día a día. Y por si fuera poco, con la necesidad de aprovechar los recursos al máximo para cuidarnos más allá de la puerta de nuestra casa: las lavadoras son cada vez más sostenibles mejorando en la calificación energética.

La próxima vez que pierdas un calcetín o varios al sacar la ropa de la lavadora, piensa que al fin y al cabo, este electrodoméstico supuso una pequeña revolución social en la vida diaria. Muchos hogares en el mundo aún no pueden permitirse un avance tecnológico tan relevante como una lavadora cerca, que se ha convertido en un símbolo del estado de bienestar. Un paso que bien vale un calcetín menos.

 

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