Historia de la cocina: del fuego a la inducción

5 noviembre, 2021

El fuego, la cocina, es sin duda el alma de cualquier hogar en torno al que se ha desarrollado la humanidad. Se ha dormido en torno al fuego, se ha comido, por supuesto, y se ha vivido a su alrededor. Su evolución ha ido desde los fogones alimentados con carbón hasta sensores que son capaces de elaborar un plato de manera independiente y avisarnos de cuándo está listo. Una revolución tecnológica a nuestro servicio que nos hace la vida mucho más fácil, pero la historia de la cocina, y por extensión, del gas, la vitrocerámica y la inducción, ha despegado en apenas un par de siglos, dejando tras de sí muchos buenos momentos y alguno que otro con arroz requemado, eso también. Hacemos un breve repaso por la historia de la cocina y los fogones:

Las primeras cocinas

El uso del fuego para una cocina primitiva parece datar de hace 4.000 años, donde ya en el Valle del Indo se encuentran restos de agujeros horadados en el suelo para albergar fuego, e instrumentos para cocinar encima. La carrera por encontrar formas de dominar el fuego corre paralela con su uso para la fabricación de herramientas o elementos de construcción. Se extienden las mejoras geográficamente y los hornos comienzan también a evolucionar para distintos fines. Pero  pasaría aún mucho tiempo en Occidente hasta que se dejó de cocinar sobre llama viva.

En Alsacia, ese territorio francés que a todo el mundo le gustaba anexionarse, se conoce la existencia sobre 1490 de una estructura similar a los fogones de hoy en día. Estaba fabricada de ladrillo y azulejo. Contaba con un espacio en la parte superior que dejaba salir el calor, y con una chimenea, para que no se crearan zorreras de humo. Los escandinavos y los rusos, particularmente interesados en retener el calor, introdujeron mejoras posteriores.

cocina de ladrillo con comida y una olla encima

Nos vamos un poco más lejos en el tiempo y aterrizamos en los futuros EE. UU. Benjamin Franklin, el señor de la cometa, inventa en torno a 1742 una especie de cocina fundamentada en los principios de una chimenea que recuerda a las futuras cocinas modernas, la «Pennsylvania fireplace”. Otro norteamericano, David Rittenhouse, que lo mismo construía un planetario que estudiaba la atmósfera de Venus, mejoró esta especie de cocina de Franklin, optimizando el calor que se obtenía. La llamó “Rittenhouse stove” (la cocina, estufa, si se quiere, de Rittenhouse), presumimos que no tanto por ego, sino porque el tema de las patentes y apropiación de ideas ya era controvertido entonces. Que se lo digan a Edison unos años más tarde, de quien se dice que también inventó la extorsión.

La cocina en la era moderna

Europa ya había hecho sus pinitos también en la cocina, con modelos de ladrillo, pero cada vez más seguros y cada vez más eficientes a la hora de deshacerse del humo y mantener el calor. Benjamin Thompson es conocido como el inventor de la cocina moderna a finales del siglo XVIII, o al menos su impulsor, gracias a modelos que obedecían a este sistema. Las cocinas ya se habían extendido a nivel doméstico en muchos hogares y continuaron su expansión posterior con la emigración a las ciudades. El siguiente paso fue la cocina de hierro forjado, que se mantuvo en muchos hogares, especialmente en los pueblos.

La cocina de gas

A comienzos del siglo XIX, surgen las primeras cocinas de gas. Pero no es hasta finales de siglo cuando se muestra abiertamente al público y resultan un éxito. El gas significaba, entre otras mejoras, que podía activarse la fuente de combustible únicamente cuando se fuera a cocinar, controlando mejor el consumo. A principios del siglo XX las cocinas de gas ocuparon la mayor parte de los hogares a ambos lados del Atlántico. Era más limpio que el carbón o la leña y aparentemente más cómodo, porque el espacio para el combustible era más pequeño, pero el uso del gas era bastante peligroso, no nos vamos a engañar.

que placa cocina comprar

No obstante, el gas se ha mantenido hasta la actualidad con sucesivas mejoras y es el método más extendido a nivel profesional. Ese control prácticamente total del fuego que buscaban nuestros ancestros ha sido posible, y apenas nos ha llevado unos cuantos siglos. Pero volvamos a retroceder unos años porque la cocina iba a sufrir más modificaciones basadas en su fuente de energía.

La cocina eléctrica

Regresamos a principios del siglo XX porque la historia de la cocina va a dar un paso definitivo. La cocina de gas tiene un competidor: la electricidad. Aunque se presentó en la Exposición Universal de Chicago en 1893, las cocinas eléctricas no se asentaron y alcanzaron popularidad hasta bien entrado el siglo XX, porque no todos los hogares podían contar con un suministro eléctrico. Curiosamente, dados los avatares de las compañías eléctricas, quizá volvamos pronto a este punto. El estado de bienestar para algunos países a partir de 1950 supuso el lanzamiento definitivo de este tipo de cocinas.

Las cocinas eléctricas usaban resistencias que calentaban a su vez placas de hierro. Se mantuvieron en muchos hogares desarrollados pero el siguiente paso era inminente: la creación de la vitrocerámica. Además, la llegada de un mayor poder adquisitivo significaba que había dinero para gastar en los hogares y en sus mejoras… y había ganas, después de dos guerras mundiales y los diezmos de población. Un periodo que beneficiaba la investigación y la inversión en lo cotidiano.

Llega la vitrocerámica

placa vitrocerámica

Partiendo de la electricidad, se abre un campo de posibilidades en la historia de la cocina y llega la vitrocerámica. Se mejora su superficie y su limpieza la convierten en otra de las opciones preferidas dentro del campo de la cocina eléctrica.

El norteamericano Donald Stookey descubrió en 1953 un nuevo material, el vidrio-cerámica, tras equivocarse al poner la temperatura de un horno. Este paso dio pie a la creación de muchos utensilios de cocina con una resistencia termal notable y también sentó las bases para la vitrocerámica que conocemos. Una espiral que irradia calor o lámparas halógenas que calientan aquello que se coloque en su superficie.

Al tiempo que se mejoraban las condiciones de los quemadores en sí y la fuente de calor, el mueble sufría modificaciones. Los modelos variaban de tamaño, peso, tenían compartimentos pensados para los utensilios, eran más cómodos y más sencillos de usar y, sobre todo, cada vez más seguros. El hierro de recubrimiento fue paulatinamente sustituido por chapa y esmalte y otros acabados. Y es que los años introdujeron el concepto de que la cocina también podía ser un elemento de diseño.

La inducción se abre paso

diferencias vitrocerámica inducción

La inducción electro-magnética, es decir, la creación de corriente eléctrica generada por magnetismo, surge esencialmente gracias al británico Michael Faraday en la segunda mitad del siglo XIX. La cocina de inducción es un tipo de cocina vitrocerámica pero calienta los recipientes gracias al electromagnetismo, no a la una resistencia, como en el caso de la vitrocerámica. Su aplicación popular en las cocinas no llegará hasta los años 70 del siglo XX, gracias a la empresa Westinghouse, porque antes no se le había hecho mucho caso, francamente. Y los verdaderos avances llegan a final de siglo con la inducción como la conocemos hoy: llena de posibilidades.

Avances como la detección automática de recipientes, la flexibilidad de estas placas, la eficiencia energética, sensores inteligentes, rapidez… la convierten en un asistente en la cocina que difícilmente hubiera podido imaginarse hace tan solo 25 años. Y la comodidad a la hora de la limpieza hace que tanto vitrocerámicas como placas de inducción se hayan implantado de manera masiva en los hogares.

En torno a esta cocina, a esos fogones, se fue creando lo que hoy ocupa una habitación entera conjugando desde electrodomésticos a armarios, todo lo que configura el centro de la casa. Ese lugar donde se desarrolla la vida en el hogar con la gente que queremos.

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