Sabores que nos definen: por qué la comida conecta con nuestras emociones

18 noviembre, 2025
Inspiración

Las experiencias más cotidianas son las que nos van esculpiendo y las que, al final, arraigan en la memoria de una manera sutil pero imperecedera. Los lugares comunes, la familia, también la familia no elegida como los amigos, o los viajes grandes y pequeños. Si nos paráramos a hacer una encuesta espontánea para preguntar a la gente por sus recuerdos pasados y actuales, sería casi imposible no encontrar a alguien que evoque emociones a través de la comida. Porque sabemos que las recetas son mucho más que ingredientes cortados en juliana. Sabemos que la comida va ligada a las emociones cuando nos convertimos, sin darnos cuenta, en sus protagonistas.

Cuando quieres cuidar a alguien preparando un buen caldo y también cuando nos sentimos a salvo en casa con una receta o un guiso de nuestra madre, padre o abuela. O incluso con ese desastre de tortilla pegada a la sartén que hiciste para impresionar a tus amigos en tu primer piso de alquiler. Todo eso va más allá de una receta. Todo eso es parte de lo que nos define como personas y ha ayudado a convertirnos en quienes somos hoy. Y es que ¿por qué es eso de que todos tenemos un plato que nos devuelve a la niñez? ¿Por qué la comida construye nuestra memoria emocional? Vamos a echar un ojo:

Pack delantales rojos Teka para adultos y niños colgados de un gancho en la pared blanca con manchas de harinas y dibujos

El pasado: la comida como primer territorio emocional

Las cocinas de nuestra infancia, especialmente las mediterráneas, rara vez eran un lugar tranquilo, excepto cuando tu abuela se ponía a hacer croquetas sin fin, uno de los platos que más tiempo y amor llevan en el mundo. Las cocinas de las casas eran ruidosas, siempre repletas, siempre a gritos y con una mezcla de olores a sofrito, bizcocho, estrés, desorden y ruido de menaje los domingos. Seguido por mesas puestas, el “toma un poco más que no estás comiendo nada” y sobremesas que se juntaban con la cena. Lo cierto es que también había enfados y situaciones límite: con frecuencia empleábamos esas reuniones de familia para comunicar los hitos. A veces, hasta se lloraba, de alegría, de pena y de todo a la vez.

día del padre recetas

Lo cierto es que hay una relación directa entre comida y memoria autobiográfica. La comida construye nuestra identidad de manera individual y global (con permiso de la música). Según diversos estudios, genera memorias personales y emocionales vívidas cuando la probamos e incluso la vemos, y no siempre somos conscientes de ello.

Mano de niño haciendo galletas con moldes de navidad como árboles de navidad y estrellas en una masa de galletas sobre papel de hornear

En muchas ocasiones, se desarrolla una relación con la comida compleja, ligada al cariño, cuidado, sentimiento de pertenencia y protección. Y no siempre en torno a los alimentos más saludables, no nos vamos a engañar. Pero lo que sí parece cierto es que, la próxima vez que te comas un cocido o una porción de pizza congelada, quizá conectes a otros niveles: no solo a nivel individual, sino también intergeneracional, porque es una buena forma de tender puentes y entender mejor el pasado y de dónde venimos.

cocido madrileño

Recetas que construyen y alimentan la memoria colectiva

Estas relaciones entre emociones y comida no suceden solo de manera individual: los platos creados durante procesos traumáticos, como la guerra, con ingredientes básicos y de los que disponían en ese momento, crean una memoria colectiva. Muchos de los guisos que conocemos hoy en día y que han trascendido generaciones se basan en agua, harina, patatas y huevos… si bien en el caso de la Guerra Civil Española y la prolongada posguerra llegaron a hacer tortillas sin huevos. Rara vez aparece la carne, por ejemplo, impensable en una situación de escasez.

tortilla patata

Recetas como las gachas de harina de almorta o el gazpacho estaban pensados para disfrutar de manera común en el campo con labores asociadas a la agricultura y la ganadería, ligadas a un trabajo físico notable. Platos como el budae jjigae coreano, un tipo de sopa, bebe directamente de las sobras de las bases militares durante la guerra de Corea.

guisos-clásicos-consejos

La ciencia detrás del sabor y la memoria

Seguramente, te hayas preguntado alguna vez por qué recuerdas ciertas recetas y platos y por qué te trasladan a momentos y lugares. O también por qué, si has pillado un empacho de algún alimento, por ejemplo, de Donettes (no, no es un ejemplo al azar, ejem), puedes tardar años en volver a probar uno. Hay una respuesta científica para esto —en realidad, varias, rara vez hay una única respuesta— y está situada en el hipocampo. Esta zona del cerebro tan multitasking, también se encarga de los procesos mentales relacionados con la memoria y la producción/regulación de las emociones y, adivina qué, esto está directamente asociado con la comida. Lo dicen hasta en Nature, ahí es nada.

Está demostrado que los recuerdos que nos evoca la comida del pasado aún tienen respuestas emocionales en el presente.

comer ojos cerrados

El presente: cocinar como forma de unirnos

Cocinar es un acto de amor. A uno mismo, hacia los demás… porque sabes que vas a provocar un disfrute (salvo que tu objetivo sea otro). Todo tiene otro cariz con el estómago lleno. La cocina se ha convertido en un lugar de reunión obligado donde se tienen conversaciones irrelevantes y otras muy relevantes mientras cocinas o incluso mientras te tomas un café en la encimera. Son lugares de encuentro que se trasladan a la mesa, un lugar de reunión donde sucede mucho más que solo alimentarnos. Las cosas importantes se comunican sentados en una mesa con familia y amigos, donde compartimos algo más que una sopa, compartimos momentos, nos ponemos al día e incluso creamos un espacio para mostrar nuestra intimidad. Y también, menos mal, una comida es un pretexto perfecto para celebrar lo bueno que sucede y lo que está por venir, hasta bien avanzada la tarde.

Un hijo adulto abraza a su padre adulto sentado a una mesa justo antes de sentarse a comer en familia en una imagen que liga comida con emociones

Un estudio realizado en Taiwán a 461 familias afirma que cocinar y comer en familia refuerza la sensación de bienestar y los vínculos, así como fortalece la cohesión familiar y la comunicación. Que no significa que no se discuta, que eso es transversal a todas las mesas del mundo, pero sí que se reforzaban los lazos y había más oportunidades de comunicar y aprender a hacerlo en este entorno. De hecho, las comidas familiares requieren un trabajo emocional tremendo. Otros efectos secundarios de estas comidas también incluyen llevar una dieta más saludable y promover una mejor salud mental, aunque a veces no te lo parezca.

Recuerdos en la distancia: comida que acorta fronteras

Cuando estamos fuera, especialmente los expatriados, la nostalgia se dispara. Y aunque a lo mejor no le habíamos hecho ni caso a comernos unos churros en nuestra propia casa, de repente, nos entran unas ganas tremendas de comernos media docena con una buena taza de chocolate caliente. ¿Es esto un mero antojo? Bueno, si has llegado hasta aquí, ya deduces que no. Buscamos esa seguridad, esa pertenencia y combinación de sabores y olores que dispara ver y probar el alimento, ligado al lugar donde no estamos y las emociones que nos despertaba entonces. Y nos puede hacer sentir un poco tristes, pero también nos da fuerza, alegría y nos motiva. No hay más que ver el claim de Navidad de todos los años de una conocida marca de turrón española, que sigue teniendo plena actualidad, aunque ahora puedas comprar turrón en agosto.

¿De verdad sabía tan bien?

Por otro lado, como muchas cosas que están en el recuerdo, las recetas de nuestra vida nos pueden llevar a sobredimensionar su sabor, como cuando te pones a ver ahora películas de los 90 que recuerdas con gran cariño pero que no pasan ni por asomo el test de Bechdel, o de repente “Song 2” de Blur ya no te parece mejor que la 9ª de Beethoven. Con la comida pasa algo similar, pero ¿sabes qué? Esta es una de esas cosas donde no hace falta juzgar. Los churros son los churros y dan calor por dentro y por fuera, no hay que sobreanalizarlo como un disco de Rosalía.

Una cosa te decimos: la recompensa cuando encuentras un producto de tu país de origen en un país extranjero es un ansiolítico que dura días, aunque el sabor no sea exactamente el mismo. Suponemos que italianos encargando pizzas en el otro lado del mundo y valencianos que comen paella fuera entienden esta relación de comida imperfecta y emociones estupendamente, por ejemplo.

Una paella auténtica ya cocinada en una placa de inducción Teka MestrePaeller negra

El futuro: los sabores que heredamos

Las recetas y la cocina crean caminos e historia. Una receta que pasa de generación en generación, que se conserva intacta, que evoluciona y se reinventa, que presentamos con el sello de calidad de “receta de mi abuela”. Perpetuar un legado a través de la comida es una de las formas más sanas y menos prejuiciosas de interpretar, conocer y entender la historia de la humanidad.

Pero no solo hablamos de las recetas en sí: el ritual de sentarnos a la mesa a compartir platos mantiene los lazos familiares y la amistad, hace sentir mejor y más presentes a las generaciones anteriores a nosotros, y cultiva el afecto en los más pequeños. Es una manera de cuidar y cuidarnos, aceptando lo bueno de convivir en sociedad. Si un guiso de cuchara no te recarga la batería social, háztelo mirar.

La cocina es un arte en evolución permanente, y no solo para las y los grandes chefs. También para los que día a día nos ponemos el delantal para empezar uno de los rituales más antiguos del mundo. Porque la comida va de la mano de las emociones. Porque cocinar, sentarnos a la mesa acompañados y comer juntos es una forma de amor sin palabras y un lenguaje que nos une y todos entendemos.